Extranjero de todo/ la dicha lo maldice”, dice en uno de sus poemas giovanni quessep (san onofre, sucre, 1939), refiriéndose a la profunda sensación de desarraigo del hombre sobre la tierra. aprovechando estos versos buscamos una aproximación a la representación del desplazado, del inmigrante o del exiliado en la literatura colombiana del siglo xx, reconociendo sus condiciones socioculturales y su realidad existencial.2dos tipos de migraciones y desplazamientos se han producido en américa latina en diversas épocas: las externas y las internas. las primeras corresponden a las efectuadas por extranjeros que emigran hacia nuestros países y la segundas por nacionales de nuestros campos, provincias o poblaciones que emigran hacia ciudades intermedias y capitales1. unas y otras generan asimilaciones y rupturas, diálogos y distancias, intercambios y mestizaje. ligado a la identidad, el tema ha sido recurrente en la narrativa latinoamericana. hemos afirmado que éste implica no sólo éxodo o exilio sino desplazamiento geográfico, choque, encuentro o distanciamiento de culturas, razas, lengua, condiciones sociales, valores, creencias, comportamientos, principios y costumbres. relacionado a la búsqueda de un mundo mejor o de un buen vivir, aporta transculturidad y aculturación.3josé luis romero reconoce que la explosión urbana de los primeros años del siglo xx se vio favorecida por la migración a las ciudades, en un desplazamiento de inmigrantes internos o externos que llegaron a coexistir en la sociedad tradicional. unos provenientes del éxodo rural o de pequeñas y medianas ciudades, vieron en ellas civilización y progreso y se enrolaron en trabajos propios de la vida doméstica o empresarial (cocineras, mucamas, lavanderas, niñeras, choferes, vigilantes, ascensoristas, obreros en fábricas o construcciones, otros, del éxodo de distintos países, entre quienes los de “visión para los negocios” se ubicaron en la industria, el comercio y las importaciones, adquiriendo reconocida posición social y económica en la sociedad capitalista. “nadie quiere renunciar a la ciudad. vivir en la ciudad se convirtió en un derecho, como lo señalaba henri lefebvre: el derecho a gozar de los beneficios de la civilización, a disfrutar del bienestar y del consumo, acaso el derecho a sumirse en cierto excitante estilo de enajenación”. (romero, 330).4según algunos autores, después de 1930 la inmigración de europeos no se da en colombia con la misma intensidad que en argentina, brasil, cuba o uruguay2, a causa de las constantes guerras civiles, las dificultades económicas, la deficiencia en las comunicaciones y las condiciones climáticas, aunque años atrás se había dado una fuerte corriente migratoria de judíos y palestinos, favoreciendo determinadas regiones (barranquilla, por ejemplo) con “un aire cosmopolita muy particular”. (fawcett/posada carbó, 5-6). recuerda salomón kalmanovitz3 que después de 1933 en colombia se dio una considerable burguesía inmigrante “abrumadora en barranquilla y descollante en bogotá”, conformada “por grupos de inmigrantes libaneses, judíos -primero sefarditas y después de europa central-, alemanes, italianos y españoles, [que] se instalaron primero como mercaderes ambulantes, después como pequeños comerciantes y dueños de negocios de índole artesanal (panaderías, fabricación de alimentos, mueblerías, confecciones, algunos de los cuales dieron el salto hacia la industria y fundaron fábricas de textiles y confecciones, grasa, industrias metalmecánicas, alimentos, etc.” (kalmanovitz, 323). afirma el autor que, a pesar de haber llegado sin recursos acumularon suficiente capital para “establecer, en locales situados en el centro de la ciudad, negocios de cacharrería, distribución de telas, zapaterías, salsamentarias” (324) y que al consolidarse en los cuarenta “surgieron como dueños de empresas manufactureras y fabriles con el auge de la posguerra”. las condiciones de inestabilidad, la movilidad propia de los inmigrados, sus razones culturales y religiosas “que jerarquizan férreamente las ocupaciones y las personas” (325), unidas a la despersonalización de las relaciones humanas y el espíritu de ahorro, los hicieron especialmente sensibles al medio y a las oportunidades de acumulación “que arraiga en el individuo el capitalismo”. (325) cuando los diversos grupos de inmigrantes externos toman contacto entre sí se afianzan los vínculos que los unen con el lugar abandonado, adquieren un principio de solidaridad que otorga confianza y les permite ubicarse o conquistar con cierta solvencia las estructuras del lugar a que arriba. sin embargo, se da el caso de quienes prefieren aislarse y ubicarse en lugares lejanos a ciudades o metrópolis, encerrándose y alimentándose con sus tradiciones o buscando la forma de crear territorios diferentes.